Friday, June 29, 2012

¿Qué más querés?


El kirchnerismo se impone. Cincuenta y cuatro por ciento es poco, el kirchnerismo se impone más allá. Su retórica mesiánica, su liturgia totalista, pan-nosótrica, argentina, invita festivamente y bajo amenaza; su destreza de organización fáctica del progreso, por otro lado, hace de las criticas opinión: opinión de actores disgustados pero finalmente partícipes de lo que hay. Sean empresas de periodismo independiente que cobran del fragor de Fravega, sean líderes sindicales y políticos de la izquierda que chillan montados al activismo productivo (“productivo” en su sentido verdadero, o sea amplio), sean pensadores a los que les va bien. El kirchnerismo logra ese estatuto opinológico de las criticas; logra también, acaso, que las criticas vitales, de las vidas que estallan, de las vidas que no llegan a armarse, en el actual curso de cosas, sean imperceptibles (lo perceptible pero sin efectos cuenta como imperceptible).

El kirchnerismo se impone porque si antes resolvía hacia la izquierda cuando se veía jaqueado, cuando estaba débil (como el enfrentamiento con un par de empresas mediáticas después de haber perdido con el sector agropecuario), parece que ahora, en cambio, usa el envión del 54 por ciento para liberarse de las cadenas de Moyano y prescindir de los capitales de Repsol (pasa de resistencia a autoridad, dice Diego). Y sustituye, un poco (de nuevo, en principio decimos “parece”) la red territorial de intendentes por esta nueva juventud maravillosa (cuando hace tres, cuatro, cinco años, se criticaba o alertaba la ausencia de tropa política específicamente kirchnerista). Aprueba por supuesto la Ley Antiterrorista, y reivindica a los piqueteros del pasado amenazando a las posibles “patrullas perdidas” que sigan en lucha sin anoticiarse del gran cambio que vivió la Argentina: ahora, vamos ganando.

La Ley Antiterrorista, cuya lectura minuciosa seguramente cause más de un ataque de pánico, refuerza la legalidad de esa persecución, bajo el ideologema de que los descontentos o inconformes no entienden “el proceso” que vive el ispa y por lo tanto son parte del pasado, la historia los va a enterrar. No todo es rosa ciertamente, pero bueno: tenemos una muerte digna, con apellido materno. Los ministerios hacen cosas y lo de YPF fue hasta una sorpresa para los exigentes, ¿Qué más querés?



Saturday, June 16, 2012

Autocracia (el motor eterno...)


Agustín J. Valle en diálogo con Rubén Mira  
Publicado en Crisis #9



Cada mundo tiene sus evidencias, se sabe. En la Argentina post‐datos ‐tal como se ha bautizado en esta revista al estatuto actual de las estadísticas macroeco‐nómicas‐ las creencias son una cuestión de deseo. El problema entonces no es tanto que Clarín o el Gobierno mientan, ni siquiera que creen realidades simplificadas. Ellos presentan la evidencia de los mundos a los que adhieren.

Vamos a suponer buenos los números sobre la industria automotriz que constituyen el orgullo oficial. Vamos a tomarlos como postulados, porque la discusión sobre la realidad de los datos olvida que puede discutirse la calidad de los mundos que en ellos triunfan.

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Los países, las regiones, los lugares, pueden tener crisis esplendorosas, así como bonanzas empobrecedoras.

Y no sólo las penurias y explotaciones de un orden social merecen ser criticadas. Los cambios sociales son disidencias fácticas a los modelos de felicidad dominantes, al régimen objetivado del deseo. Al fin y al cabo, decía Saint‐Just el jacobino, solo luchamos por lo que amamos; todo lo demás es consecuencia. Aceptamos el panorama de bonanza. Pero no habitamos panoramas, sino el medio.

Buenos Aires arde de vitalidad; Buenos Aires no da para más.


[...]

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