Monday, July 27, 2009

He visto



Iberá.
Un suelo flotante.
Tendrá una amabilidad especial o algo, para albergar tantas formas de vida y para, además, conseguir del agua sostén.
Dicen, dicen, que los continentes son gigantografías de estos “embalsados” del Iberá (“agua que brilla” en guaraní, idioma primario del cono sur; supongo, digresión, que el agua no brillante, que vendría a ser la estándar, ha de ser la de los ríos sombreados de selva, de manera que lo dado, lo sin aclaración, es la selva, y quizá por eso los guaraníes hablen así, mandando al aire palabras que viajan escabulléndose; es un idioma escondido, del encierro selvático).
Dicen, que la firmeza no es más que ilusión, que es relativa, o mejor verdadera a la perspectiva de una práctica -y la verdadera verdad es una perspectiva práctica.
Nuestros saltos encuentran el principio de salvataje de esta unidad: que se doble, así no se rompe. Es dar un pisotón y que ondule el suelo. Piso flotante, y no se sabe si la tierra sostiene las raíces o las raíces sostienen la tierra.

Pájaros que comen bebitos de yacaré. También vi un ciervo, y otro ciervo y después otro más. Monos, monas, y monitos recostados en sus lomos, respaldados. Carpinchos, el roedor más grande. Y yacarés, lugar común del estero, hay como taxis en Buenos Aires.
Los arroyos: Corrientes y el Miriñay. El Miriñay aguas más lúcidas y pajonales más altos. De pie sobre la punta del bote (¿proa?) parece que se ve toda la dominancia, pero a la vez no se ve nada, porque todo es igual. Difícil ubicarse, son repeticiones de lo mismo reordenado, sin puntos de referencia posibles capaces de mapear; curvas y curvas del arroyo que, aunque de vista panorámica, resulta laberíntico en tanto siempre es igual. Y sin embargo a la vez, en esa escena en cada curva -que es igual-, esperan atención un millar y pico de bichitos y momentos y formas y vínculos, que devuelven la gentileza de la callada espera observante con su, recién ahí, desnuda unicidad, pieles que no saben mentir.

El agua deja una marea en mí. Una incorporación del marear, es decir, conciencia física de la proyección de inercia de los movimientos; inercia sensible incluso de los movimientos posibles (efectos actuales de lo potencial).

El que no sabe esperar no sabe nada.
No hay espera sin silencio.
La helada regala la potencia de sobrevivirla.

Thursday, July 02, 2009

Estamos en libro




Bueno:


Sólo las cosas es un libro. O un protolibro, cuya factura es prepotencia manual.

Con Notas sobre subjetividad mediática y crónicas de naturaleza urbana, abre la flamante colección Ensayos en Libro; el segundo título es la Antología de Ensayos en Vivo Vol. 1.

Todo esto se presentará el domingo 19 en el Centro Cultural Pachama y Rodrigo José Noya, autor de las ilustraciones del libro, grafica la invitación en este hermoso volante (también hizo Noya el afiche de arriba).



En la revista Toro, Matías Laje reseñó SLC, cuya contratapa reza lo que sigue:

Medios y ciudad, esferas del tránsito. Los medios degeneran en permanencia; la ciudad, en el puro pasar sin estar, pero su materialidad sucia y su ritmo de cuerpo viviente invitan a suspender el determinismo publicitario del cuerpo personal, para buscar juego propio en zonas de perseverancia emotiva. Ensayos breves, frescos, posiciones que si se vuelven necesarias es sólo en el fondo de su contingencia; ideas-gesto, ideas-decisión como pequeños soldados de tracción a sangre en la batalla por los modos de vida.

Wednesday, July 01, 2009

Por el lado de la marihuana

Con su novela debut, este chaqueño nacido en 1970 recibió una mención especial en el español Premio Herralde de Novela 2008 –ganó Casi nunca, del mexicano Daniel Sada- y entró sin aviso en la elite de los publicados por la primera línea del prestigio editorial hispanoparlante. (En la foto de solapa tiene una remera de Motorhead). La historia transcurre en la periferia de la periferia, entre un pueblito del Chaco -donde las napas subieron y entonces el suelo es constantemente barro a pesar de que nunca llueve y el sol te mata- y Córdoba capital. Aunque los personajes sólo relativamente están a donde están, porque en realidad no salen nunca del sopor cannabiótico. Porro todo el día (al desayuno el protagonista se arma “el primero de la mañana”) y la televisión como fuente de luz omnipresente, con documentales sobre calamares gigantes o grandes operaciones bélicas del siglo veinte como conexión única con el mundo...

[Sigue acá la reseña de Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Anagrama) publicada en Rolling Stone]